Planifican construir el primer cinerario en San Luis
Los nuevos paradigmas y concepciones, las creencias de la vida eterna, la resurrección y las realidades económicas se entrelazan cuando la muerte llega. Reducir los cuerpos en cenizas es una tendencia que no escapa a San Luis; que genera perplejidad y gratitud al mismo tiempo ¿Cómo es el proyecto de una iglesia de la capital que busca ofrecer un espacio para que los restos mortales estén custodiados para siempre?
La Parroquia San Roque está ubicada sobre avenida Justo Daract y tiene una comunidad católica importante, y de mucha pertenencia. Desde ese seno salió la idea que construir un espacio, como en otras tantas iglesias del mundo, donde puedan guardarse los restos mortales de los fieles que decidieron que sus cuerpos se convirtieran en cenizas.
“Es un proyecto en respuesta a una necesidad de muchas personas que hoy deciden la cremación”, explicó el párroco de San Roque, Alan Sosa Tello. Y eso toma sentido en una realidad concreta: cada vez son más los cristianos que desean que sus cenizas encuentren sepultura en un templo religioso.
Actualmente la iglesia tiene unas 10 urnas bajo custodia, y por eso el proyecto toma a esta altura una importancia justificadora. El cinerario San Roque pretende ser el primero de la capital puntana y el segundo de San Luis (la Parroquia La Merced, en la ciudad de Villa Mercedes fue la prionera).
“Tenemos un urnario, que es un mueble lindo y digno”, dijo para indicar que allí están los restos de las personas que por testamento plasmaron el deseo de que sus cenizas estuvieran cerca del altar de la iglesia donde profesaron su fe.
“Muchos miembros de nuestra iglesia tienen mucha pertenencia, y quieren seguir estando aun después de la muerte”, añadió.
El cinerario será construido con las donaciones que vayan apareciendo. Ya se hicieron los cálculos de los materiales, se eligió el diseño y también está definido el lugar: a los pies de la imagen de la Virgen (ubicada al costado sur de edificación) junto a la capilla de adoración. Será un lugar de oración, de consuelo y encuentro con el Señor.
Para tener un espacio allí, el familiar del difunto debe presentar el acta de defunción, entre otra documentación que además compruebe ser pariente y firmar un convenio que sellará la permanencia del cuerpo incinerado.
“La Iglesia no está en contra de la cremación, sino que ilumina el sentido de la cristiana sepultura. Si me cremo porque no creo en la vida eterna es una cosa, pero si me cremo porque realmente no quiero que mis familiares paguen un cementerio, porque no tengo ningún familiar o porque es lo más práctico, se debe saber que lo que tiene que prevalecer es el cuidado de los restos sabiendo que somos y hemos sido templo del espíritu santo. Por ese motivo es que se cuida el cuerpo, los restos mortales”, reflexionó Sosa Tello a cerca de una tendencia que crece en todo el mundo.
También consideró que hay otra cuestión que debe atenderse: “Una persona sigue teniendo identidad, la que se le ha dado por ser persona, y esa identidad es inclusive después de muerto. Por eso el valor de poder conservar en un lugar concreto esos restos. Y nosotros desde la fe creemos que en la espera de nuestro señor Jesucristo que va a volver a restaurar nuestro cuerpo, en un cuerpo glorioso, uniendo el alma con el cuerpo, en un cuerpo resucitado. La sepultura está a la espera de esa segunda venida”.
Explicó que los cinerarios fueron la respuesta de la Iglesia en todo el mundo para que los cristianos encontraran el lugar donde descansar eternamente: “Si recordamos el origen de los cementerios, antes se encontraban dentro del terreno de las iglesias, y allí los cuerpos quedaban en custodia. Es dar de nuevo una respuesta para los tiempos de hoy y de alguna manera sacar la moda de esparcir las cenizas (…..) porque eso es no valorar el cuerpo como templo del Espíritu Santo, como hijo de Dios”.
La Iglesia sostiene que esparcir las cenizas “es negar”, creer que “ya no hay vida” después de la muerte.
Cuando una persona muere comienza la hora de la decisión.
“Que hagan lo que en conciencia quieran hacer, que vean qué los moviliza para realizarlo, que busquen darle el mejor cuidado a esos restos, que por más que sean reducidos a cenizas son parte de lo que fue el ser querido”, recomendó el padre Alan.
“Hay nuevos paradigmas que responden a nuevas estructuras, y esa nueva estructura no creo que sea por negación a la resurrección, sino que es practicismo, es lo más práctico. Desde ya que en San Luis parece novedoso, pero en Europa todas las iglesias lo tienen, no es algo que esté lejos de la realidad”, sostuvo para entender que en la provincia hay al menos un 40% de personas que eligen la cremación.
¿Cuándo quedó permitida la cremación para los Católicos?
La Iglesia Católica levantó la prohibición de cremar en 1963, a través de una instrucción del Santo Oficio. “La Iglesia aconseja vivamente que se conserve la piadosa costumbre de sepultar el cadáver de los difuntos; sin embargo, no prohíbe la cremación, a no ser que haya sido elegida por razones contrarias a la doctrina Cristiana”, determina el Canon 1176 del Código de Derecho Canónico, que es la vigente Ley de la Iglesia.
Se entiende que “una persona que elige para sí o para otros este método de reducción del cadáver no está incurriendo en ninguna falta, ni se aleja de la fe de la Iglesia”, por eso el acto no está vetado. “La cremación no afecta en absoluto la suerte eterna” de quien lo haga, según explica el sacerdote Leandro Bonnin en un análisis publicado en el portal web Info Católica.
Dos preguntas
Es normal que sean recurrentes dos interrogantes: ¿se pueden tener las cenizas de un ser querido en la casa? Se pueden esparcir las cenizas en algún río, en la tierra o el aire?
En los dos casos la respuesta es no. Para el primero la razón no está ligada a la teología, sino más bien a la cuestión psicológica: “Es mucho más conveniente para un adecuado proceso de duelo y un equilibrio emocional no tenerlo en la casa”, plantea Bonnin. Tampoco se recomienda dividir las cenizas entre los familiares, “y mucho menos rendirle homenaje como si fueran reliquias de santos”.
Para explicar el segundo hay que decir que “la práctica no es coherente con la fe católica”.
Teniendo en cuenta todo ello, los restos mortales cremados deben ser enterrados o sepultados, ya sea en un nuevo sepulcro o nicho, junto a otros cuerpos de difuntos (en un nicho compartido) en un cementerio o en un cinerario.
La cremación, la inhumación y los costos
Si bien por tradición y muchas veces por religión se sigue eligiendo la inhumación, el acto de cremar es una tendencia.
Si bien en San Luis no hay crematorio, el servicio está disponible en las funerarias de San Luis y se concreta fuera de la provincia, de acuerdo con un relevamiento que realizó El Chorrillero.
La cremación creció en San Luis porque es una tendencia que se está dando en todo el mundo: “El mundo va a la cremación”, explican los especialistas. También hay un cambio de generación “que tiene otro concepto de la muerte”, y la economía está jugando también su papel de importancia.
Por ejemplo las inhumaciones en San Luis (servicios con sepultura en cementerios) rondan entre $17.000 y $50.000; mientras que el acto de cremar ronda entre los $20.000 y $25.000. A la hora de comparar precios, los números suman “post mortem”, y son los gastos que quedan de mantenimiento en la tierra donde quedó sepultado el cuerpo.
“Ir a cremación no varía al resto de las cosas como el velatorio, el trámite y todo lo que implica un servicio fúnebre. Hoy por ejemplo en las grandes ciudades, las cremaciones igualaron a las inhumaciones”, contó el gerente de Previsora San Luis y tanatólogo Ricardo Péculo.
Péculo, quien además de ser especialista en el tema es quien tiene la autoridad sobre el panteón donde descansan los restos del ex presidente Juan Domingo Perón, aseguró que hoy la gente tiene más accesibilidad a los crematorios porque el servicio lo brindan casi todas las empresas fúnebres.
Cualquiera sea la compañía que se contrate en San Luis, las cremaciones se hacen fuera de la provincia; los interesados pueden elegir entre Mendoza y Córdoba.
Un cuerpo tarda en cremarse aproximadamente dos horas y media, aunque el tiempo exacto depende del tamaño del difunto. Cuando eso termina, las cenizas quedan en poder de algún familiar.
Desde Previsora, Péculo contó que si el familiar acompaña en el traslado, los restos son entregados en el mismo crematorio. De lo contrario, 48 horas después los allegados al fallecido son citados para que la funeraria haga entrega de las cenizas en una ceremonia formal.
Si el familiar acompaña en el traslado a la cremación, se les entregan los restos en el mismo crematorio acompañado del certificado de defunción. Si no, después de las 48 horas, los allegados del difunto son citados para que la funeraria haga entrega de las cenizas junto a una ceremonia formal.
Además opinó sobre algunas decisiones sobre el destino final de los restos: “Es una locura esparcir las cenizas. La gente crema y esparce las cenizas. Psicológicamente eso es un grave problema, y me encuentro todos los días con gente que se arrepintió de cremar porque el ser humano siempre tuvo que tener una relación con el ante pasado”.
“Antiguamente tenían que dejar escrito la voluntad de que se haga, hoy no hay problema, con la palabra del familiar directo se puede hacer. El proceso cuando alguien muere es el mismo de siempre, se hacen los trámites en el Registro Civil, el velatorio y después se decide cuál será el destino final, tierra, nicho o cremación”, aseguró el especialista.
“Nosotros tenemos la muerte física y la muerte del olvido: esta última muerte no la quiere nadie. Entonces cuando huelen que no lo van a ir a visitar se decide por la cremación. Lo que yo siempre aconsejo es hablar en el seno familiar, qué es lo que queremos concretamente o discutirlo. Cuando te vaya a olvidar ahí te cremo. Porque otro tema es que la cremación no tiene por qué ser inmediata, se puede inhumar en un cementerio, hacer bien las cosas y después cremar o no”, analizó por último el especialista.
Por su parte, el socio gerente de Los Alamos, Pablo Deluret contó que en el mismo sentido, la compañía realiza el servicio en dos crematorios fuera de San Luis.
Deluret profundizó sobre la importancia de ser afiliado alguna empresa, porque ese paso termina siendo el modo para abaratar costos: “Abonar una cuota mensual es para que ante lo inexorable (el fallecimiento de una persona) el familiar no tenga que pagar nada. Si hoy podemos trasmitir algo, es eso lo que tendríamos que decir”, recomendó.
Los Alamos ofrece grupos familiares donde la cobertura a la hora de un fallecimiento es total es decir abarca todos los servicios de sepelio inhumación, un “cementerio parque”, servicio en tierra o servicio de cremación. También la posibilidad de inhumación en nichos. Una cuota ronda entre 600$ y 800$ mensuales.
Fundamentó también por qué no hay un crematorio en San Luis: “Básicamente tenemos que hablar de dos barreras. La económica y por otro lado el punto de vista legal. La provincia de San Luis está adherida al “Protocolo de Kioto” (al cuidado del medio ambiente) y eso hace que para que un horno crematorio tenga funcionamiento en el territorio de la provincia tiene que cumplir con ciertas normas de calidad e internacionales en emisiones de gases”.
Puntualizó que ese aspecto “afecta al sector económico porque los hornos crematorios que cumplen esa normativa son de fabricación internacional; comprar un horno crematorio en el mercado, lógicamente se hace en dólares”.
Sin embargo, Los Alamos, según contó Deluret lleva 6 años trabajando en un proyecto para la colocación de un “horno crematorio” en San Luis.
Opinó que cremación está entre lo más buscado porque tienen que ver los factores sociales y económicos: “Social, hablando de San Luis, los cementerios públicos no están ofreciendo alternativas o lugares para poder inhumar, entonces la gente se encuentra en la situación obligada de tener que adquirir lugares en cementerios privados”.
Por el otro, están los gastos “post mortem” que atienden al mantenimiento, o sea un pago mensual de la tierra donde queda sepultada la persona.
A esta altura la falta de espacio en los cementerios públicos es un problema real: “Hay ciudades que están en el ranking de las más pobladas y no tienen un cementerio público, ni privado. Por ejemplo la ciudad de La Punta, hay muchas familias ahí que hoy tienen que elegir casi obligados el servicio de cremación para tener el recuerdo de su familiar más cerca u optar por cementerios en otra ciudad. Es un tema para ver, desde la parte gubernamental”, finalizó Deluret.
La instalación de un crematorio
En San Luis existe un proyecto de ley para la instalación y funcionamiento de la cremación en San Luis, presentado por el diputado Juan Manuel Rigau. Actualmente está en comisión.
La norma está redactada teniendo en cuenta que antes en Argentina, la cremación “no era una opción viable por cuestiones culturales y esencialmente religiosas”.
“Las cuestiones considerables que llevaron a querer habilitar esta opción fue la falta de espacio en los cementerios y el costo que es más accesible que el tradicional”, expone el proyecto.
Sostiene además que por el lado negativo, “la cremación de cadáveres tiene consecuencias ambientales, tanto la superficie donde se los coloca como el cadáver, porque emiten una cantidad de compuestos químicos al aire”.
Lo que propone la ley, es la colocación de incineradores de cadáveres humanos “en un lugar alejado de lo urbano y que dentro de la provincia de San Luis no provoque efectos de salud o en el ambiente”.
En la ley se presentan requisitos para colocar en funcionamiento un crematorio, como por ejemplo que se construya en una zona industrial o rural a más de 2 mil metros lineales de asentamientos urbanos.
Tanto en cadáveres locales o extranjeros se deberá presentar un certificado médico constatando las causas de la muerte, si fue por violencia u otras opciones se deberá presentar una autorización del juez.
Por otro lado están las crematorias obligatorias de aquellas personas que mueren de enfermedades contagiosas o epidémicas, o también de aquellos cadáveres que no son reclamados por ningún conocido luego de 180 días.